DESARROLLO PSICOMOTRIZ DEL NIÑO
DE 0 A 6 AÑOS
Para nosotros en calidad de formadores de formadores es importante
conocer estas características para valorar lo normal y poder contribuir en el
desarrollo y formación integral de los niños
OBJETIVO
conocer las características del desarrollo psicomotriz para poder aplicar estrategias para una adecuada
intervención educativa.
DESARROLLO PSICOMOTOR DE LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS HASTA
LOS SEIS AÑOS.
Vamos a destacar aquellos aspectos que de forma
simultánea completan el desarrollo global, e interactúan con los condicionantes
genéticos y ambientales del crecimiento, en un equilibrio que permite ir
avanzando hacia la total evolución.
La evolución psicomotriz depende
fundamentalmente de la maduración neurológica y pasa de una fase de automatismo
en los primeros meses, a una fase receptiva en el segundo trimestre, que
coincide con la mayor capacidad discriminativa de los órganos de los sentidos,
y sigue una fase de experimentación o adquisición de conocimiento que se va a
prolongar a lo largo de la vida. La valoración de esta evolución se hace
seleccionando muestras significativas de las modificaciones motrices, de la
conducta adaptativa, del lenguaje, y de la conducta personal-social. Las fases
de esta evolución, podemos sintetizarlas muy brevemente.
Periodo neonatal: Basado en reflejos automáticos, con movimientos
inconscientes y reflejos; sueño casi constante; reacciones arcaicas ante
estímulos dolorosos y luminosos fuertes, o ruidos; emisión de sonidos
inespecíficos y conducta social prácticamente
ausente.
Primer
mes: El niño intenta
movilizar la cabeza y cierra la mano
ante estímulos en el interior de esta; intenta
buscar la luz o los sonidos y manifiesta tranquilidad y bienestar al mamar,
bañarle o cogerle en brazos.
Segundo
mes: Inicia la fijación
ocular y comienza a seguir objetos manifestando reconocer a la madre.
Tercer
mes: Empieza a sujetar la
cabeza; lleva la mano a la boca y puede girar de un decúbito a otro; hace
movimientos voluntarios de agitar
miembros; puede hacer prensión pasajera con los dedos y sonríe o manifiesta
ciertas reacciones de alegría ante estímulos
cariñosos.
Cuarto
mes: El sostén craneal es
completo; se incorpora algo ayudándose en los antebrazos; observa sus manos y
puede coger algún objeto; balbucea algunas vocales al estimularle, y ríe; busca
los sonidos y reconoce a familiares.
Sexto
mes: Se mantiene sentado; se
quita la sábana si le cubre la cabeza y coge sus pies llevándolos a la boca; da
saltos al ponerle en pie, coge objetos y los cambia de manos; busca y sigue los
movimientos; empieza a pronunciar sílabas.
Décimo mes: Sentado, gira el cuerpo hacia los lados; gatea y puede mantenerse algo en pie; mejora la prensión de objetos y va completando el perfeccionamiento de la agudeza visual y la
fusión o superposición de imágenes de cada ojo
en una sola; dice bisílabos; conoce su nombre; imita ruidos y conoce las negaciones y afirmaciones; canturrea;
intenta sujetar el biberón y “extraña” a
desconocidos.
Un año: Se mantiene algo en bipedestación y deambula con
ayuda; recoge pequeños objetos con pulgar e índice, siendo la prensión
completa; arroja objetos; introduce cosas en recipientes; reconoce a familiares
a distancia; dice dos-tres palabras: comprende órdenes simples y oye ruidos
mínimos; muestra afectos; hace juegos estereotipados con las manos,
repitiéndolos ante el agrado de los familiares; permite activamente que le
cambien la ropa e inicia la masticación.
Un
año y medio: Ya ha alcanzado
una deambulación casi completa que, incluso, le permite transportar objetos o
empujarlos; observa dibujos y pasa arias hojas de un libro juntas; el lenguaje
se amplía a 10-
15 palabras, e incluso puede decir frases
simples de dos vocablos; obedece órdenes simples y empieza a conocer su cuerpo
y a tener sentido de la posesión.
Dos
años: Juega y corre con
cierta violencia; se alza a sitios elevados y, apoyado, sube escaleras; pasa
páginas de libros y coge un lápiz en ademán de escribir; imita; describe lo que
está haciendo utilizando algunos objetivos, adverbios de lugar, pronombres y
preposiciones; habla bastante y entiende casi todo lo que se le dice; hace
peticiones intencionadas y sabe decir su nombre; comienza a pensar con cierta
lógica y controla sus esfínteres, principalmente durante el día.
Tres
años: Puede saltar con los
pies juntos; copiar un círculo; subir y bajar escaleras, amplía su vocabulario
utilizando palabras plurales y algunos tiempos de verbos, sabe decir su edad;
puede comer solo y entona canciones simples.
Cuatro años: Se mantiene sobre un pie y trepa; anda de puntillas; patea una pelota con soltura; pregunta e indaga con reiteración; conoce los colores principales; pinta figuras humanas simples; empieza a contar números por orden y conoce canciones; es capaz de vestirse y lavarse solo.
Cinco
años: Alcanza un gran sentido
del equilibrio y el ritmo; escribe algunas letras y dibuja figuras; el lenguaje
es casi correcto; ayuda de forma útil; tiene amigos determinados.
Seis años: Su maduración cerebral es prácticamente
completa y puede valorar el relieve de los objetos al completarse la
visión estereoscópica; está capacitado para el aprendizaje escolar.
El desarrollo de los sentidos va paralelo al
desarrollo motor y es de evolución rápida, pasa de simples percepciones
groseras en el momento del nacimiento a una importante capacidad discriminativa
(principalmente del oído, vista y gusto) hacia los seis meses de vida,
perfeccionándose después de forma progresiva en un continuo aprendizaje ante la
experiencia de nuevos y permanentes estímulos.
LA PSICOMOTRICIDAD EN EL CURRÍCULO DE LA EDUCACIÓN INFANTIL.
El niño es capaz de proporcionar respuestas motrices
adecuadas antes de comprender, razonar, imaginar o articular palabras, y desde
la unidad indisoluble de su personalidad, el
movimiento se constituye en un elemento organizador del pensamiento y
transciende el mero acto motor reflejo, ya que a través del mismo expresa y
libera los sentimientos y emociones que configuran su incipiente vida mental.
La expresión psicomotriz establece la influencia que
el movimiento tiene en la organización psicológica general, ya que asegura el
paso desde la vertiente corporal anatomo-fisiológica a la cognitivo-afectiva.
Por tanto, la actividad psicomotriz, para que sea tal, no puede ser un
movimiento reflejo y espontáneo; debe llevar asociado un acto volitivo e intencional.
La Expresión Psicomotriz, en consecuencia, cubre los
aspectos de las dimensiones educativas involucradas en procesos y funciones
tales como:
1. Reconocimiento y consecución del esquema corporal. Para lo cual es necesario desarrollar los siguientes contenidos:
1.1. Conocimiento del propio cuerpo, consiste
en la autopercepción del cuerpo y la diferenciación e identificación de las
partes que lo componen.
Imagen
corporal. El esquema corporal
es una idea: la representación mental que tenemos del propio cuerpo, primero en
reposo y después en movimiento en relación con el mundo que nos rodea. Dentro
del esquema corporal se trabaja tanto el carácter global del cuerpo como la
percepción de los segmentos corporales; el control y la maduración tónica; el
control respiratorio; funcionalidad de los miembros, y la percepción.
Lateralidad. Definida hacia los cuatro o cinco años, es
el predominio motor en la utilización de una de las dos mitades simétricas del
cuerpo. Puede ser la mitad derecha o izquierda, según predomine el hemisferio
izquierdo o derecho, respectivamente.
Cada elemento del cuerpo tiene su propia
lateralidad y ésta no siempre coincide; por ejemplo, puede aparecer un niño con
lateralidad derecha para la mano e izquierda para el pie, en cuyo caso se habla
de lateralidad cruzada.
El logro de un esquema corporal completo sólo
se alcanza hacia los doce o trece años.
1.2. Coordinación motriz. Se define como el
trabajo conjuntado de varios músculos o grupos musculares para llevar a cabo un
movimiento complicado y voluntario por parte del sujeto. ES una función que depende del cerebelo y áreas
corticales; de la sensibilidad propioceptiva profunda (músculos, tendones y
articulaciones); de las aferencias vestibulares (oído interno); y del control visual.
En
la coordinación motriz hay que diferenciar entre:
Coordinación dinámica general. De carácter global (de todo el cuerpo en
movimiento) y de influencia trascendental en procesos de equilibrio, postura y
marcha, ejerciéndose con ella una precisión y suavización de los movimientos
típicos de la especie humana.
Coordinación
ojo-mano. Que constituye el trabajo
conjunto y ordenado de la actividad motora de la mano y la actividad visual, de
forma que ésta oriente en un continuo feedback la respuesta motora adecuada. Esta coordinación está presente en actividades
manipulativas y en todas las formas de expresión y percepción gráfica
entre las que destacan la lectura y escritura.
Coordinación
ojo-pie. En que el miembro
actuante es el pie, pero cuyo fundamento es el mismo que en la coordinación
anterior, aunque su importancia educativa es mucho menor.
1.3. Expresión corporal libre. Designa todo
tipo de expresión que tenga como vehículo al cuerpo humano: rostro, gesto,
posición del cuerpo y posición de los distintos miembros. Todo ello de forma
libre y espontánea, sin codificación alguna ni órdenes precisas. Se trata de
encontrar en ella un vehículo de manifestación de sentimientos o estados de ánimo.
1.4. Percepción y orientación espacial.
Consiste en la estructuración del mundo externo a partir de los receptores
visuales y táctil-kinestésicos: los primeros informan sobre superficies, formas
y tamaños, etc., y se localizan exclusivamente en la retina ocular, mientras
los segundos, extendidos por todo el cuerpo, informan acerca de presiones,
desplazamientos, etc., dando como resultado final una imagen determinada de la
situación ocupada por los objetos con respecto al propio cuerpo, del cuerpo con
respecto al objeto, y los objetos son referencias cruzadas entre ellos.
1.5. Percepción y orientación temporal.
Entendida como duración de las cosas, sensaciones, limitaciones , etc.; es
decir, mediante la adquisición de las nociones
elementales del tiempo físico (duración,
sucesión,
simultaneidad, cadencia regular o
periodicidad, velocidad y actividad rítmica).
La correcta estructuración temporal servirá
para aprender y organizar más adecuadamente el enorme caudal de información
proveniente del mundo exterior.
Esta secuencia de objetivos y contenidos
supone que el niño, jugando con su cuerpo a través de una serie de estímulos,
comienza a adquirir una imagen y la lateralidad se define. Por fin se logra la
interiorización de dicha imagen corporal, llegando a un buen dominio de la
respiración y la relajación. Los pasos paralelos a la identificación del propio
esquema corporal son el situarlo en un espacio y tiempo determinados.
2.
Desarrollo de la capacidad,
disponibilidad y utilización del propio cuerpo como elemento expresivo.
Para el niño de Educación Infantil su cuerpo
constituye el “canal” más adecuado de comunicación con el exterior. El cuerpo se convierte así en un vehículo de
estructuración de la vida mental. Son las sensaciones percibidas, los
movimientos realizados y el reconocimiento corporal los que facilitan un
conocimiento preciso de sí mismo.
El esquema corporal se define como el
conocimiento y representación simbólica global del propio cuerpo, esta noción
está edificada sobre impresiones táctiles, kinestésicas, propioceptivas y
visuales y es resultado y al mismo tiempo requisito, de una ajustada relación
entre el individuo y su medio.
Pero no es esta la única definición que existe
de esquema corporal sino que son muchos los autores que han trabajado sobre
este concepto. Así están Picq y Vayer, Defontaine, Le Boulch, y muchos más.
Son dos los aspectos fundamentales de la
función muscular que determinan el esquema corporal y, por consiguiente, la
organización mental que el mismo desarrolla:
El tono
muscular, es un estado de tensión permanente de los músculos sin que estén
participando en un movimiento, en el que intervienen factores físicos y
factores dinámicos o derivados del sistema nervioso. Se relaciona especialmente
con la afectividad. Por medio del tono muscular el niño se relaciona con los
otros en sus primeras etapas, a falta de otro medio de diálogo eficaz, e
incluso los modos de relación del recién nacido pueden traducirse según algunos
autores, por ejemplo Ajuriaguerra, en términos de híper o hipotonía, explicados
ambos como aumento o disminución del tono muscular, respectivamente.
El movimiento
es el desplazamiento en el espacio conseguido merced al acortamiento y
estiramiento de las fibras musculares y constituye una de las máximas
expresiones de la vitalidad de un ser humano. En un principio se
basa en reflejos innatos, movimientos
impulsivos y disarmónicos, para pasar después a unos movimientos controlados a
voluntad que permite , coordinándose entre sí la marcha, las posturas y la
autonomía motriz a partir del primer años de vida aproximadamente
Las condiciones necesarias para el desarrollo
de un esquema corporal adecuado son:
Un nivel de maduración adecuado del sistema
nervioso que facilite información táctil ( mediante la apreciación de las
cualidades de los objetos susceptibles de ser percibidas por el tacto, a través
de los órganos receptores de la piel),kinestésica (aporta la autopercepción del
movimiento muscular, peso y posición de las diferentes partes del cuerpo, a
través de los receptores situados en articulaciones, músculos, tendones, piel,
etc.), propioceptiva (recogida por receptores sensoriales encargados de recabar
datos e informar acerca del propio organismo, por oposición a los datos
extereoceptivos que se reciben del ambiente externo) y visual (proporcionada
por receptores visuales, que informan del color, tamaño, situación, etc., de
los objetos y de las partes del propio cuerpo).
Una organización espacio-temporal mínima.
Una noción precisa de límite corporal con
respecto al “otro” proporcionada por la sucesiva manipulación de objetos del
entorno.
Los contenidos necesarios para el desarrollo
del esquema corporal son los siguientes:
Imagen corporal:
Imagen de “sí mismo”, del yo corporal; intuición del propio cuerpo en relación
con el espacio, los objetos y los “otros”.
Control y
maduración tónica: Control de la tensión muscular sin
la realización de movimiento, conservada incluso durante el sueño.
Control respiratorio:
Control de los mecanismos voluntarios de la toma y expulsión de aire de los
pulmones utilizando las vías bucal y nasal alternativamente.
Control postural (equilibrio):
Control funcional mediante el cual el cuerpo, o parte del mismo, se mantiene en
una posición correcta, merced a los
reflejos que modifican el tono muscular, venciendo cualquier inestabilidad
provocada por el medio o por desplazamientos
corporales.
Control procesos de desplazamiento: Control de
las distintas formas y posturas de movimiento en el espacio.
Coordinación viso motriz: Habilidad para controlar los movimientos del
cuerpo, o partes del cuerpo, de acuerdo a los estímulos recibidos visualmente, de forma que las
respuestas motoras emitidas
se adecuen a los estímulos visuales y a la finalidad
propuesta.
El trabajo sobre el esquema corporal infantil
no se debe reducir a una simple ejercitación muscular sin otro objetivo que la
precisión de movimientos, sino que debe aprovechar los ejes madurativos
neuromotores del niño y favorecer un conocimiento adecuado de su cuerpo y un
control psicotónico del mismo.
En el aula, las actividades más empleadas para
la estructuración del esquema corporal son:
a. Actividades de discriminación o enumeración de las diferentes partes del
cuerpo, siguiendo las leyes neurológicas de maduración cefalocaudal y
proximodistal: eje corporal central; cabeza, hombros, brazos, manos; pecho,
vientre, espalda; piernas y pies.
b. Actividades de conocimiento de los órganos sensoriales y las
articulaciones (ojos, nariz, boca, orejas, dedos, cuello, hombros, codos,
muñecas, dedos, cintura, cintura pelviana, rodilla, tobillo.
c. Actividades de respiración.
d. Actividades de equilibrio estático y
dinámico.
e. Actividades de desplazamientos y posturas.
f.
Actividades de imagen corporal en espejo.
g. Actividades sobre coordenadas espaciales: arriba-abajo, delante- detrás
y derecha-izquierda.
h.
Actividades de
reproducción gráfica, modelado, pintura, etc.
El material educativo típico con el que se
trabaja es amplísimo, mereciendo destacarse por su abundancia de uso: espejos,
franelogramas, pizarras, juegos rítmicos, encajables , paneles, tablas de
equilibrio, figuras auto adhesivas, maniquíes móviles, puzzles corporales,
bastidores, ensartables, recortables, tableros, pelotas, aros tacos, picas,
globos, pañuelos, etc.
3. Orientación
en el espacio en lo que se refiere a la vivencia del espacio “interno” y del
“espacio ocupado por uno mismo”, y la estructuración del espacio físico “externo”.
Llamamos “espacio” al lugar donde se sitúan
los objetos y al marco físico de referencia de la actividad humana. Cualquier
acción se sucede en un orden humano, constituyendo el denominado espacio
psíquico.
La noción espacial es la apercepción que los
seres humanos tienen des espacio, tanto próximo como lejano, en el que viven,
se mueven y desarrollan la propia actividad mental. Dicha apercepción
proporciona además un conocimiento de la orientación espacial y situación del
propio cuerpo, así como de sus posibilidades de desplazamiento.
La organización espacial se adquiere a través
de la superación de una serie de etapas que terminarán en una concepción
espacial adulta hacia los doce años aproximadamente (A. Lapierre). Según
Piaget, en los primeros cuatro meses el niño presenta una noción espacial
rudimentaria, constituida de espacios separados, independientes entre sí, de
forma que bien puede hablarse del espacio oral, manual, visual, etc., sin que
el niño haya asumido aún la unión en un espacio objetivo único.
Estos espacios heterogéneos se fusionarán
posteriormente, dando lugar al espacio global, hacia los dieciocho meses, y a
una mayor diferenciación entre el yo corporal y el mundo exterior (Stern).
El espacio, que en el primer año se reduce
para el niño al ámbito del espacio próximo donde desarrolla sus movimientos,
pasa hacia el segundo año a un espacio topológico, que perdura aproximadamente
hasta los cinco o seis años, en el cual puede ya establecer las relaciones
espaciales de distancia, ordenación, continuidad, desplazamientos e inclusión,
con respecto a un solo punto de referencia.
El espacio proyectivo, que aparece entre los
seis y nueve años, incorpora las nociones de perspectiva y proyección entre
distintos objetos y figuras entre sí, y más tarde, entre los siete y los doce
años, aparece la representación espacial, la proporcionalidad y el
descubrimiento de la operación geométrica de la medición, lo que culmina la
maduración espacial.
Por tanto, denominamos organización espacial
al proceso desarrollado a lo largo de la infancia, que proporciona la toma de
conciencia del propio cuerpo en relación con el exterior, la orientación del
sujeto con respecto a los objetos y la representación mental del “lugar
natural” para el desarrollo potencial del movimiento.
Desde otra perspectiva, existen durante la
primera infancia básicamente, dos tipos de espacio:
Espacio práctico: vinculado a la acción real, manipulado por el niño y percibido de forma exteroceptiva mediante observaciones concretas
Espacio figurativo: ligado a la capacidad de representarse
mentalmente el espacio y a la posibilidad de simbolizarle.
Ambos tipos, y sus expresiones, son objeto de trabajo en la Educación
Infantil, y en el mismo orden propuesto, fruto del desarrollo madurativo del
niño.
El espacio físico se orienta en el niño en las
tres dimensiones básicas: arriba-abajo, derecha-izquierda y delante-detrás,
utilizando para ello su propio cuerpo como punto de referencia fundamental. La
localización del eje derecha-izquierda, junto con el establecimiento de la
lateralización, contribuye de forma significativa a la diferenciación del
esquema corporal.
La noción espacial aparece así relacionada con
la lateralización, es esquema corporal y la organización temporal, e influye de
forma determinante, de no conseguirse adecuadamente, en la aparición de
problemas relativos al conocimiento del propio cuerpo y al establecimiento de
la lateralidad (zurdera contrariada, ambidextrismo, etc.), siendo uno de los
factores que se hallan en el origen de numerosos trastornos instrumentales psicomotores
y lingüísticos.
Para el desarrollo de la organización espacial
se trabajan estos contenidos:
Nociones
espaciales: Constituyen
puntos de referencia básicos en cuanto a la orientación y posición del niño y
los objetos en su entorno inmediato.
Espacialidad
general: Hace referencia al
espacio, tal como el sujeto toma conciencia de él. Designa el espacio “vivido”
en oposición al espacio físico objetivo.
Localización
espacial: Habilidad para
situar a los objetos teniendo como referencia primero al propio cuerpo y
después a otro y otros objetos externos al mismo.
Ordenación
espacial: Captación de la
noción de orden en los objetos situados en el espacio, de las secuencias
espaciales y de posición que ocupan.
Los campos de trabajo de la organización espacial
son, en la Educación Infantil, básicamente cuatro; y sobre ellos se basa, en
general, la programación de actividades por parte del profesor de este nivel
educativo:
a.
El propio cuerpo del niño, lo que
potencia el esquema corporal
b.
Espacio exterior al propio niño
(aula, entorno, etc.) lo que facilita la ruptura con el egocentrismo propio de
esta edad.
c.
Espacio manipulativo cercano
(material didáctico).
d.
Espacio gráfico (trabajo en el plano).
Espacio gráfico (trabajo en el plano).
Es necesario que el espacio escolar, tanto
interior (habitaciones o aulas) como exterior (jardín o patio de recreo),
cumpla con las siguientes condiciones o características:
o Organización estable de los objetos, para que los puntos de referencia
no varíen.
o Amplitud adecuada, ya que la noción espacial se consigue muy difícilmente
en dimensiones excesivas (grandes aulas) o demasiado reducidas.
o Tamaño de los objetos adecuado y proporcional al tamaño de los propios niños.
o Posibilidad de libre acceso y movimiento del niño a todos los lugares
donde se posibilite la exploración y el reconocimiento espacial.
o Existencia de rincones característicos de actividades (rincón de
disfraces, de juegos, de materiales, etc.) que fomenten la parcialización del
espacio familiar del niño.
Son materiales clásicos en el trabajo sobre el espacio:
Entre cero-cuatro años: Cajas huecas, caras, muñecos, móviles, cubos, dibujos, construcciones.
Entre cuatro-cinco años: Juegos de movimiento,
construcciones, bolas de ensarte, puzzles, etc.
Entre cinco-seis años: Bloques, figuras,
rompecabezas, material plástico, mapas,
etc.
Cualquier material que madure el sistema visual y el
táctil-cinestésico resulta adecuado en la educación espacial.
Sus principales tipos de ejercicios podemos
identificarlos en: ejercicios sobre distancias; de recorridos, itinerarios; de
situación en relación con los objetos; de ritmo con el propio cuerpo; de
orientación; y de reconocimiento espacial.
Los trastornos en la organización espacial pueden
influir en la función representacional y en el aprendizaje del lenguaje gráfico:
lectura y escritura. Al mismo tiempo, problemas derivados del esquema corporal
irresuelto o dificultades influyen negativamente en una adecuada estructuración
espacial.
Definir el concepto de tiempo se revela como una tarea
compleja, e intentar hacerlo comprensible durante la edad preescolar,
imposible.
La noción temporal es un concepto muy difícil de asimilar
por el niño, ya que no es algo perceptible por los sentidos.
Durante los períodos sensomotor y pre operatorio del
desarrollo de la inteligencia formulados por Piaget, entre cero-dos y dos-siete
años, respectivamente, no se da en el niño un orden temporal coordinado
objetivamente; este logro sólo se consigue entre los siete y los doce años.
La organización temporal se coordina con la categoría
espacial, dando lugar a la organización espacio-temporal, entendida ésta como
la estructuración del mundo externo, relacionado con el yo en primer lugar,
para posteriormente integrar a personas y objetos en situación estática o
dinámica.
Es muy fácil encontrar niños de cinco o seis años con
errores temporales y confusión de términos en esta noción, ya que excede su nivel
evolutivo. Y ello se debe fundamentalmente a que la organización temporal
depende al menos de cuatro factores:
Del crecimiento orgánico y la maduración de
los sistemas nervioso y endocrino.
Del ejercicio y la
experiencia adquirida en la acción sobre los objetos. De las interacciones y
transmisiones sociales.
De la autorregulación del sujeto resultante de
una construcción cognitiva ininterrumpida.
La adquisición de la noción temporal sigue unas determinadas fases
evolutivas.
En un primer periodo, el niño experimenta ciertas impresiones
temporales des coordinadas y asociadas sobre todo a los ritmos internos de
vigilia-
sueño, alimentación y actividad-reposo. Hacia el segundo año, las sensaciones temporales se van organizando en series que responden sobre todo a los principales acontecimientos del día vividos por el niño: hora de levantarse, de comer, de pasear, de jugar, ... Hacia los tres o cuatro años los niños “poseen sentido el tiempo, pero no el concepto del tiempo”.
Será bastante después, hacia los doce o quince años,
cuando el tiempo adquiere categorización abstracta y aparece como una realidad
continua, consistente e inmutable; y así, el tiempo que se manifestaba en la
infancia como la duración de una acción, pasa a constituirse como una realidad
estructurada, objetiva y susceptible de medida, que transcurre para todos los
objetos.
La noción temporal es experimentada por el niño
pequeño como un “antes” y un “después”, así como en la duración mayor o menor
de los fenómenos del entorno.
Aunque el trabajo sobre la noción temporal no puede
realizarse de forma sistemática antes de los siete años, es posible ayudar a
los niños a madurar y desarrollar el sentido temporal mediante actividades
vinculadas a ritmos espontáneos controlados, observaciones de un régimen
horario, seriaciones temporales de sus propias actividades, observaciones y
percepciones del transcurso de sucesos significativos para el niño, elaboración
de un vocabulario temporal y preciso adecuado a su edad, estimación de
duraciones y percepción de la noción de celeridad o velocidad.
La organización espacio-temporal juega un papel
importante en la elaboración psicomotriz y en el lenguaje, ya que cualquier
acción se sucede en un orden determinado y es representada en el espacio
mental.
Los contenidos esenciales para el desarrollo
de la organización temporal son:
Espacio-
temporalidad: Categoría
coordinada que influye en la estructuración del esquema corporal y en la
culminación del desarrollo intelectual, junto con la constancia del objeto y la
concepción de la causalidad.
Duración: Espacio de tiempo durante el que se mantiene
un estímulo determinado.
Velocidad: Relación entre el espacio recorrido y el
tiempo invertido en recorrerlo; rapidez en el movimiento del propio cuerpo o de
un objeto con respecto a un punto de referencia.
Ritmo: Orden acompasado en la sucesión de los
estímulos o cadencia en el acaecimiento estimular.
Simultaneidad: Coincidencia en tiempo-espacio de dos o más
realidades.
Sucesión: Seriación de realidades o manifestaciones de
la naturaleza en un tiempo y espacio determinados.
Las dos manifestaciones básicas de la noción temporal
en Educación Infantil son la duración y la medida. Ambos aspectos deben
iniciarse en la escuela infantil, sin el objetivo de superar dichas nociones en
esta etapa, por la madurez que su logro requiere del niño. La duración,
entendida como periodo de tiempo durante el que se manifiesta un determinado
fenómeno, se trabaja antes de los seis años merced a actividades secuenciadas
de ritmos y pausas.
El orden a seguir en la presentación de las actividades rítmicas es el siguiente:
a.
Percibir y observar detenidamente
los ritmos naturales y corporales.
b.
Diferenciar las distintas
cadencias de los ritmos externos.
c.
Reproducir corporalmente ritmos externos
sincronizados.
d.
Identificar ritmos según su velocidad.
e.
Identificación y lectura de ritmos gráficos.
La medida temporal se establece mediante la
comparación entre distintas duraciones.
La mayor o menor cantidad de tiempo no se mide con el
reloj, ya que, por su complejidad de lectura, éste debe introducirse con
posterioridad, aproximadamente hacia los seis años y medio. No interesa
entonces tanto la medida exacta de periodos de tiempo ni su expresión en
unidades (horas, minutos o segundos) como una aproximación global al mismo en
tanto que duración y a las grandes sucesiones temporales: días, estaciones,
meses,...
Es importante destacar como patrón de organización
temporal la noción de “presente” como
periodo actual, y en función del mismo estructurar el “pasado”
Primero y el “futuro” después, como realidades vividas
y por vivir, respectivamente.
Existen circunstancias favorecedoras para el
establecimiento de la noción de temporalidad infantil, ya que organizan el
tiempo de forma característica, adaptando el ritmo vital del niño al ritmo
social adulto. Entre ellas destacan:
Régimen horario preciso sin grandes variaciones, ritmo regular de comidas, de horas de sueño, de actividad, etc.
Centrar las nociones temporales mediante la representación de realidades vividas o
a desarrollar.
Diferenciar el tiempo real (actual) del tiempo
imaginario (ideal) mediante cuentos o narraciones fantásticas.
Favorecer la observación directa de la
naturaleza y de los cambios que el paso del tiempo provoca en los seres vivos.
La noción temporal, debido a su globalidad, utiliza
conceptos y recursos característicos de otras áreas como son la música
(material de ritmo), plástica (material representativo), experiencias (material
audiovisual), lengua (vocabulario temporal), dramatización (narraciones) y
matemáticas (material de medida).
Los ejercicios sobre la noción temporal deben
estructurar los sucesos en función de la duración, sucesión, simultaneidad,
velocidad y ritmo de los acontecimientos del entorno. Estos ejercicios deben
referirse a la duración por comparación, sucesión y series temporales,
ejercicios rítmicos generales, de secuencia temporal, de planificación y
control temporales y ejercicios sobre nociones temporales básicas.
Prácticamente no se manifiestan trastornos en la
noción temporal. Las desviaciones que suelen manifestarse no pueden entenderse
como un trastorno o anomalía, sino más bien como la expresión de un estado
inacabado e inmaduro de la noción.
Las confusiones verbales: ayer por mañana, ahora por
después, etc., no son otra cosa que los primeros balbuceos en el aprendizaje
del manejo del concepto cronológico.
Existen cinco instrumentos claves en el trabajo sobre la
organización temporal: Horario diario: simbólico, numérico, escolar y
doméstico.
Calendario: estacional, mensual, de cumpleaños y de actividades. Péndulo: simple circular y elástico.
Metrónomo: de oscilación constante y de
oscilación variable.
Reloj: de agua, de sol, de arena y de juguete.
La justificación para la elaboración de una vía
curricular que específicamente se ocupe y centre la elaboración del trabajo
escolar dirigido al logro y dominio del esquema corporal, la organización
espacial y la organización temporal, se obtiene del hecho de que el niño, hasta
los cinco años, se encuentra en un periodo evolutivo básicamente perceptivo
motor, que organiza su mundo a través de sus percepciones subjetivas, siendo su
propio cuerpo el canal más fácil para la adquisición del conocimiento; y
también de la complejidad de tales funciones, aprendizajes, dominios y las
correspondientes habilidades y destrezas, así como la consolidación de
actitudes positivas hacia la propia realidad corporal y los hábitos de cuidado
, prevención, uso adecuado, etc.
El
desarrollo de la psicomotricidad se produce por el estímulo conjunto de la
maduración biológica y de la estimulación social que el niño recibe (Le Boulch,
1983). Sin maduración cerebral y física no hay progreso, pero la
Maduración por sí sola no da lugar al desarrollo y menos cuanto más complejas se van haciendo las adquisiciones. Además de maduración el niño necesita situaciones que estimulen el aprendizaje de determinadas actividades y su práctica posterior; necesita guía, modelos, motivación, refuerzos por sus logros, así como afecto y apoyo cuando fracasa en sus acciones.
Quienes se encarguen del cuidado y educación del niño tienen la responsabilidad
de potenciar al máximo sus posibilidades.
La
educación psicomotriz en niños que no presentan problemas específicos, se lleva
a la práctica siguiendo programas más o menos amplios y elaborados con mayor o
menor grado de especificidad. No obstante, todos ellos integran al menos tres
elementos: objetivos, metodología y contenidos.
Objetivos
a.
Educar la capacidad
sensitiva a partir de las sensaciones del propio cuerpo. Se trata de
transmitir al cerebro el máximo de información posible relativa al propio
cuerpo (tono muscular, posición de los distintos segmentos corporales) o
relativa al mundo exterior (cualidades sensibles de los objetos como forma,
tamaño, color, etc.).
b.
Educar la capacidad
perceptiva, es decir, estructurar toda la información disponible, integrándola en
esquemas perceptivos que den sentido a esa información.
Esta integración
implica:
Tomar conciencia del esquema corporal y de sus funciones para adaptar el movimiento a la acción.
Estructurar las
relaciones espacio-temporales. Coordinar movimientos.
c.
Educar la capacidad
representativa y simbólica. El estímulo que inicie el movimiento debe proceder de una representación o imagen mental anterior a
su realización; hay que ayudarle
a tomar conciencia de qué movimiento quiere hacer, cómo y para qué.
En todos estos objetivos tiene una gran importancia la utilización del
lenguaje por parte del educador y por parte del niño.
Metodología
Utilizar la actividad corporal y el lenguaje como instrumentos de la intervención educativa.
Motivar. La educación debe estar en consonancia con las necesidades e intereses
del niño. Una de sus primeras necesidades es el juego. De ahí que las
actividades educativas deben presentarse con un carácter lúdico.
Cuanto menor sea el niño, más cambios y variaciones en las actividades
habrá que hacer para mantenerla motivado.
Dar instrucciones claras, utilizar refuerzos y evitar castigos. Orden y
organización espacio-temporal en la casa y en la clase:
Ø Cada cosa ha de
tener su sitio.
Ø Cada actividad tiene
un principio y un fin (y si es posible un sitio deferente donde realizarla).
Ø El orden de las
actividades debe ser todos los días el mismo.
Las actividades han de presentarse en orden de dificultad creciente,
teniendo siempre en cuenta el nivel de desarrollo psicomotriz en el que se
encuentra el niño.
Contenidos
Esquema corporal.
Tonicidad.
Control postural. Control respiratorio. Estructuración espacial. Estructuración temporal.
Por otra parte, es precisamente a esta asignatura, y para la etapa que nos ocupa, que le corresponde la tarea de dar respuestas a las cuestiones planteadas, y a otras tales como el excesivo sedentarismo o la obesidad infantil. Para ello es necesario que los maestros y educadores de este nivel educativo se cuestionen, de forma responsable, las intenciones y las formas de intervención didáctica en el ámbito motor. Es por ello que en este artículo recogemos conceptos y supuestos en torno al desarrollo motor, los contenidos motrices, la expresión corporal, el juego motor y el planteamiento metodológico y programador de la motricidad en la etapa de educación infantil. Palabras clave: educación física; educación infantil; juego motor; metodología; espacios de acción; concreciones en la praxis.
El desarrollo motor de 0 a 6 años
El desarrollo motor del niño de los 0 a
los 6 años no puede ser entendido como algo que le condiciona, sino como algo
que el niño va a ir produciendo a través de su deseo de actuar sobre el entorno
y de ser cada vez más competente (Justo Martínez, 2000). El fin del desarrollo
motor es conseguir el dominio y control del propio cuerpo, hasta obtener del
mismo todas sus posibilidades de acción. Dicho desarrollo se pone de manifiesto
a través de la función motriz, la cual está constituida por movimientos
orientados hacia las relaciones con el mundo que circunda al niño y que juega
un papel primordial en todo su progreso y perfeccionamiento, desde los
movimientos reflejos primarios hasta llegar a la coordinación de los grandes
grupos musculares que intervienen en los mecanismos de control postural,
equilibrios y desplazamientos.
La mejora motriz está sujeta a las
cuatro leyes del desarrollo:
- Ley céfalo-caudal.
- Ley próximo-distal.
- Ley de lo general a lo específico.
- Ley del desarrollo de flexores-extensores.
Y el desarrollo, a su vez, tiene una
serie de características que lo singularizan, causales de que tanto él mismo
como el perfeccionamiento motriz dependan de la maduración y del aprendizaje,
ya que para que se produzca un aprendizaje en la coordinación de movimientos es
preciso que el sistema nervioso y el sistema muscular hayan conseguido un nivel
idóneo de maduración.
En 1983 Howard Gardner publica su
obra Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences, para
destacar el número desconocido de capacidades humanas. Ocho son las
inteligencias que Gardner identifica, una de las cuales es la
kinétesico-corporal, que tiene dos características fundamentales: el control de
los movimientos del propio cuerpo y la capacidad de manejar objetos muy
hábilmente. En el ser humano estas cualidades tienen una base genética y otra
de entrenamiento, de práctica. En efecto, está amplia mente demostrado que todo
talento deportivo, para llegar a tal, ha tenido que superar más de diez mil
horas de entrenamiento. Es decir que, como en
otros aspectos del desarrollo humano, en el motriz hay una interrelación entre
lo hereditario y lo adquirido o aprendido.
En efecto, el desarrollo psicomotor
tratado científicamente y llevado a la práctica en las sesiones de aprendizaje
intenta que los alumnos sean capaces de controlar sus conductas y habilidades
motrices. Por lo tanto, podemos afirmar, junto a Ramos (1979) y Medrano Mir
(1997), entre otros, que el progreso motor está a mitad de camino entre lo
físico-madurativo y lo relacional, con una puerta abierta a la interacción y a
la estimulación, implicando un componente externo al niño como es la acción, y
un componente interno como es la representación del cuerpo y sus posibilidades
de movimiento.
Dentro del ámbito del desarrollo motor,
la educación infantil, como señalan García y Berruezo (1999, p. 56), se propone
facilitar y afianzar los logros que posibilitan la maduración referente al
control del cuerpo, desde el mantenimiento de la postura y los movimientos
amplios y locomotrices hasta los movimientos precisos que permiten diversas
modificaciones de acción, y al mismo tiempo favorecer el proceso de
representación del cuerpo y de las coordenadas espacio-temporales en los que se
desarrolla la acción.
3. Los
contenidos motrices
En relación al desarrollo psicológico,
los estudios sobre el desarrollo humano nos muestran la gran importancia que
adquiere el papel de la motricidad en la construcción de la personalidad del
niño. , sobre los distintos
ámbitos de la conducta infantil, han contribuido a la explicación de cómo a
través de la motricidad se van conformando la personalidad y los modos de
conducta. Ahora bien, estos mismos estudios ponen de manifiesto que la conducta
humana está constituida por una serie de ámbitos o dominios, ninguno de los
cuales puede contemplarse sin la interacción con los otros:
El dominio afectivo, relativo a los
afectos, sentimientos y emociones.
- El dominio social, que considera el efecto de la sociedad, su
relación con el ambiente, con sus compañeros y el adulto, instituciones y
grupos en el desarrollo de la personalidad, proceso por el cual cada niño
se va convirtiendo en adulto de su sociedad.
- El dominio cognoscitivo, relacionado con el conocimiento, los
procesos del pensamiento y el lenguaje.
- El dominio psicomotor, que alude a los movimientos corporales, su
concienciación y control. Por su parte, Piaget (1936) sostiene que
mediante la actividad corporal el niño piensa, aprende, crea y afronta sus
problemas, lo que lleva a Arnaiz (1994, pp. 43-62) a decir que esta etapa
es un período de globalidad irrepetible y que debe ser aprovechada por
planteamientos educativos de tipo psicomotor, debiendo ser este:
- una acción pedagógica y psicológica que utiliza la acción corporal
con el fin de mejorar o normalizar el comportamiento general del niño
facilitando el desarrollo de todos los aspectos de la personalidad.
La educación infantil comprende el período que abarca desde el
nacimiento hasta que comienza la enseñanza obligatoria, es decir, entre los 0 a
los 6 años. Si tenemos en cuenta que el Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte (mecd) de España –ya desde la logse (1990) y con redacciones similares a través
de sucesivos textos legales– ha venido fijando que el objetivo general para la
educación infantil es «estimular el desarrollo de todas las capacidades,
físicas, afectivas, intelectuales, sociales y morales», podremos comprobar que
lo que se enseña y cómo se enseña a través de la motricidad, de manera
sistematizada en la clase de Educación Física durante la educación infantil,
contribuye ampliamente a lograr dicho objetivo (Gil Madrona y otros, 2008).
En los planteamientos de la
Administración educativa para la educación infantil no existe un área de
educación física, aunque sí se recogen contenidos y criterios de evaluación del
desarrollo de la motricidad. Esto es debido a que las áreas de experiencia en
las que se estructura la educación infantil se conciben con un criterio de
globalidad y de mutua dependencia. En efecto, en las nuevas leyes educativas el
énfasis pasa a recaer en las competencias, que asumen un rol protagónico en el
marco curricular, con la nueva configuración normativa, como expresa el
profesor Pérez Pueyo (2007, p. 84):
Cada una de las áreas debe contribuir
al desarrollo de diferentes competencias y, a su vez, cada una de las
competencias básicas se alcanzará como consecuencia del trabajo en varias áreas
o materias.
En este marco, la propuesta global de
actuación pedagógica de la educación física en la educación infantil se dirige
al desarrollo global del niño, y en consonancia se organiza adecuadamente en
torno a:
- Los factores perceptivo-motores: percepción del propio cuerpo;
percepción espacial como la situación, la dirección o la orientación;
percepción temporal como la duración o el ritmo; conocimiento del entorno
físico, y desenvolvimiento en el medio social. El cuerpo solicitado por
los factores perceptivo motores es el cuerpo consciente, vinculado a la
motricidad voluntaria, a la representación mental. Un cuerpo comprometido
en pensar, en decidir, en actuar. Un cuerpo que es el de un ser global
ávido de conocer. La percepción es un proceso cognitivo muy valorado desde
siempre en la institución escolar, ya que uno de los aspectos
fundamentales de la percepción es la significación. La percepción implica
interpretar la información y construir objetos dotados de significación.
Se trata de retomar los propios conocimientos, operar sobre ellos
construyendo nuevos aprendizajes y saber expresarlos.
- Los factores físico-motores: cuerpo instrumental, físico, locomotor,
adquiriendo patrones motores y habilidades motrices básicas a medida que
la motricidad evoluciona. Factores que tienen que ver con la adquisición
del dominio y el control del cuerpo, que favorecen el equilibrio y la
práctica de movimientos naturales, que potencian el desarrollo de la
condición física, que enriquecen el comportamiento motor, que buscan la
eficacia corporal. El cuerpo solicitado por los factores físico-motores es
el cuerpo instrumental, locomotor, físico. Un cuerpo que:
- Puede poner en funcionamiento gran cantidad de ejes de movimiento,
de músculos, de articulaciones, de reacciones motrices.
- Va adquiriendo patrones motores a medida que la motricidad
evoluciona.
- Va manifestando su realidad física a través de movimientos,
posturas, actitudes, etc.
- Es el de un ser global interesado en saber hacer.
- Los factores afectivo-relacionales: creatividad, confianza,
tensiones, pulsiones, afectos, rechazos, alegrías, enfados, capacidades de
socialización. Al permitir su expresión global, el niño puede reflejar sus
estados de ánimo, sus tensiones y sus conflictos. El ambiente de la sala
de Educación Física es un contexto propicio para la observación de los
comportamientos más genuinos, así como de las relaciones que tienen los
niños entre ellos y con el adulto. En el ámbito psico educativo, el
educador puede dar salida y tal vez resolver algunas de esas tensiones y
conflictos internos de los pequeños. En el tratamiento de los factores
afectivo-relacionales se concede importancia al lenguaje no verbal (diálogo
tónico, mirada, gestos, sonidos, etc.), pero también a las habilidades de
conducta verbal (preguntar, pedir, agradecer, disculparse, expresar
afectos, proponer, explicar los sentimientos, etc.). Esto último significa
que, en un momento dado o al final de la sesión, se puede pedir al niño
que explique lo que siente. Sin emitir juicios de valor, que hable o
hablar con él de sus vivencias puede ser necesario en determinadas
ocasiones (Mendiara Rivas y Gil Madrona, 2003).
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